De once a catorce años fue una época muy feliz, creo que la más feliz de mi vida. Hacíamos partidos de futbol interminables, porque íbamos a goles y solian terminar al llegar la noche, por falta de luz.
Aunque careciamos de juguetes y golosinas que las veíamos y no las teníamos, tenía libertad para andar, correr y jugar con cosas naturales. También hacíamos pequeños «trabajos» íbamos a la Torrecilla, donde ahora está el «Pirulí», allí era donde los traperos de la Elipa descargaban los desperdicios que no les servían, como el papel, libros viejos, etc.
Por aquellos tiempos no había recogida de basuras, no existía el plástico y todo se reciclaba. Las botellas, los metales, los trapos, te los pagaban. Ibas a comprar con los embase de vidrio y allí te echaban la leche, el aceite, el vino…
Había vertederos por todos los sitios y reuníamos periódicos y los vendíamos a los fruteros en el mercado de Vallecas, que los usaban haciendo cucuruchos para meter la mercancía. Sacaba unos céntimos, que unido a lo poco que nos daban en casa, era lo suficiente para ir al cine Frutos, que era nuestro cine del barrio de Vallecas.
Cuando no teníamos dinero, nos confabulabamos en la puerta y al abrír las puertas, entrábamos en avalancha. Algunas veces lo conseguíamos, otras, los acomodadores nos echaban a la calle dándonos un pescozón. El cine era mudo y ponían películas de indios y vaqueros. A veces éramos muy gamberros con el acomodador y le cantábamos: – ¿Qué tiene el acomodador en la cabeza? – Coro: Serrín! – ¿Y en el culo? – Coro: ¡Almorranas! – Qué cante la Bejarana, – Coro:Bejarana no me llores porque me voy a la guerra ya vendrán tiempos mejores en que cuides la becerra mientras yo riego la tierra. Etc. Etc. Y el acomodador con la linterna, buscando a los bribones. La cabina donde se proyectaba la pelicula tenía un techo, que era «propiedad» de la «Banda negra» unos chicos y otros no tan chicos que se dedicaban a robar carbón de los camiones que iban a descargar al cerro Negro en el Pacífico, en la cuesta antes de llegar al Asilo de los ciegos, en el campo del Cafeto. Se subían al camión y tiraban al suelo grades cantidades, que otros iban recogiendo.
En verano, en vacaciones nos íbamos a bañar al Manzanares cuando podíamos, porque mi madre nos encerraba en la siesta, pero nos escapabamos porque la reja de la ventana era estrecha y cómo éramos muy delgados, metíamos la cabeza y después el cuerpo. Anselmo y yo lo conseguiamos, pero mi hermano Angel que tenía la cabeza más gorda no pasaba y encima de no salir, era el que se llevaba los zapatillazos.
Nos metíamos por los colectores que venían de las Ventas hasta desaguar en el Manzanares por la China, decían que el arrollo Abroñigar era el río más grande del mundo porque venía del norte, atravesaba California (el barrio junto a las vías del tren, por el puente de los tres ojos) atravesaba Japón (barrio cerca de Legazpi) y desembocab en la China.
El río Manzanares era nuestra playa de verano, cubría muy poco escepto en el encuentro con el río Pelotas, que venía del colector de Legazpi. Fueron años muy felices…
Leía, leía mucho, mi pasión era la lectura. Emilio Salgari del que tenía toda la colección. Libros de piratas, Victor Hugo, Julio Verne… También leía teatro, a Arniches, zarzuelas, los tebeos de la época. El TBO, La risa, Pinocho, Búfalo Bill…todo lo que caía en mis manos. Llevaba la comida a mi padre desde Vallecas hasta la Ronda de Atocha donde trabajaba en un almacén de maderas. Salía con un capachito andando con el cocido. Pacifico, Menendez Pelayo, Atocha a coger las rondas y a la vuelta lo mismo. Algunas veces (muy pocas) mi padre me daba diez céntimos para coger el metro, y yo me lo gastaba en galletas Mallero, un puñado de restos y galletas rotas… Mi padre serraba troncos de metro y medio de de diámetro (venía un solo tronco en un camión) con una sierra tronzadora manejada por dos hombres. Mi padre aguantaba todo el corte, mientras que el que estaba al otro lado lo tenían que cambiar. Mi padre estaba muy fuerte, era una bestia trabajando… Trabajó hasta los cien años. Continuará.






